viernes, 24 de febrero de 2012

Felicidad absoluta.

Después de una mañana larga,  en el que Luis y yo hemos recorrido las calles de la ciudad en busca de compras para el cumpleaños de su hermana, decidimos ir a la playa, entrelazamos nuestras manos y contemplamos como los gaviotas vuelan sobre el océano. Estamos en Mayo, así que ya hace calor. Nos tumbamos en la arena, encima se una toalla fucsia que ha traído Luis. Me maravilla la forma tan fácil que tiene de organizar todo con constancia, el saber estar, su forma correcta de sentarse y las expresión de su cara cuando sonríe picarescamente y me invita a tumbarme junto a él.  Le hablé de cuánto me gusta el mar, lo relajante que me resulta el sonido de las olas al chocar contra las rocas, y lo bonito que resulta estar abrazo con la persona que más quieres en este mundo, junto a ese mar y ese sonido, aunque no hay sonido más precioso que su voz. 


Cuando acabé, me besó, y probé una vez más la dulzura de sus labios.
-Un día nos casaremos. 
-¿Es una promesa o una advertencia?- le dije con picardía.
-Tómatelo como quieras..
-Entonces tendrás que prometerme...que si un día, por cualquier razón no estamos juntos, volverás a buscarme para cumplir tu promesa...
-Trato hecho.
El cielo ya se teñía de anaranjado cuando nos dirigimos de vuelta a casa.  Mientras caminamos me pregunté si debería cogerle la mano, pero al final no lo hice, no hizo falta, él lo hizo. Aunque llevábamos bastante tiempo juntos, no me cabía la menor duda de que estaba con un chico excepcional.
Decidimos cenar algo antes de irnos a casa. No sé qué era lo que a Luis se le pasaba por la cabeza, pero sus facciones iban tiñéndose de satisfacción mientras entrábamos a un bar, con unos bancos de madera, algo desgastados por el tiempo. Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana que daban vistas al mar. La mayoría de las personas que estaban en aquel lugar tenían aspecto de ser personas que trabajaban duro para ganarse el día a día. Caras cansadas deseando llegar a casa tras un día largo de trabajo, pero que han hecho un esfuerzo de venir para tener contentas a su pareja, personas que están solas, y aun así vienen aquí para encontrar algo de paz en uno mismo, o eso creen ellos. 
-Me gusta esta clase de sitios-dijo
-Está curioso. Parece uno de esos sitios en los que ha pasado muchísimas generaciones, y que sigue intacto. Seguro que aquí ha surgido más de un primer amor, o alguna ruptura, o alguna celebración, secretos...
-Jajajaja tú siempre tan imaginativa. Bueno, veamos por qué es famoso este lugar...
-¡Por los langostinos!
-¡Qué lista es mi chica!- dijo con tono de picardía- Pues los langostinos cocinados de cualquier forma son riquísimos.
-¿Tú de qué forma lo prefieres?
-Fritos.
-Pues hecho.- Cerré el menú.
Cogí una servilleta y la enrollé, jugueteando con ella. 
-¿A cuántas chicas has traído aquí?
-¿Incluyéndote a ti? mmmmmmm... -Me miró con cara de pensativo- ¡diez!.
-Oh, me esperaba más.- Le sonreí. Sabía que no había estado con ninguna otra chica.
-Solíamos venir mis amigos y yo, cuando terminábamos de correr unos cuántos kilómetros y queríamos picar algo. 
-Mmmm algo que probaré dentro de nada.
El camarero se acercó a nuestra mesa y pedimos la comida. Cuando preguntó qué queríamos de beber, Luis me dio paso a mi para que eligiera primero. 
-Piña colada, por favor.
-Coca-cola para mí, gracias.
Se fue el camarero e iniciamos una conversación placentera, que no interrumpimos ni tan sólo cuando nos sirvieron las bebidas. Hablamos de nuevo sobre la vida, los planes de futuro. Parecía tan fascinado imaginando como sería su vida dentro de 10 años. Me preguntó como había sido mi infancia, algo que nunca me había preguntado. Le conté que fui una niña tímida, tranquila, que siempre he tenido exceso de imaginación. Me escuchaba con atención, haciéndome preguntas de vez en cuando, y me di cuenta de que le gustaba oírme, que las cosas que le contaba le parecían interesantes y que mi vida pasada le resultaba significativa. Me gustaba estar en un lugar como ese con él, y quería pasar más tiempo así. No solo esa noche, sino también el día siguiente y el próximo. Todo. Quería sentir desde su sonrisa, hasta la forma inteligente con la que me hablaba y si evidente interés por estar a mi lado. Pero pasar un rato con él, también hacía que me diera cuenta de lo sola que me había sentido todo este tiempo, pero era cierto. No había sensación alguna como el rose de sus manos, o la tranquilidad que transmitía estar a su lado, su olor, la revolución que sentía mi cuerpo cuando él sonreía. No cambiaría ni un solo momento de esa absoluta felicidad. 
-Bueno, llevo todo el rato hablando, te toca.
-Es que eres muy parlanchina.
-JA  JA. Lo sabes casi todo sobre mí, cuéntame algo que no sepa de ti.
-Sabes todo sobre mí. Sabes cuántos años tengo, qué estudio. También sabes que odio beber alcohol, sabes que vivo en un apartamento porque mis padres no han podido crear la casa que les hubiera gustado y que todos los veranos viajo a un lugar diferente del planeta. 
-Quiero saber más de tí.
-Bueno, también sabes, que estoy loco por tus huesos. Que si te paras a escuchar, está sonando nuestra canción favorita, que mañana es nuestro aniversario. Que tú has sido la primera chica de la que me he enamorado, y que no me importaría pasar el resto de mi vida, contigo. Que me encanta cuando estamos acostados sobre la hierba, tocándome el pelo, mirando las formas curiosas que forman las nubes. Me hace sentir como si el tiempo no pasara, pero pasa y en realidad me da igual que pase, solo quiero que sea contigo. Me da igual empaparme bajo la lluvia o que me caiga un rayo o que me pille el fin del mundo, pero por favor que sea contigo...
Me quedo callada durante unos instantes.
-Ves, esto es lo que yo quería recordar de tí.
Salimos del bar, fuera corre la brisa y huele a sal. Me noto muy cansada, aunque ha sido un precioso día ya va siendo hora de descansar. 
Cogemos el último autobús que pasa por esta parada. Tarda 45 minutos en llegar, así que me acurruco en sus brazos y siento como el cuerpo se relaja hasta quedarme dormida.
Es curioso como es el tiempo de relativo. Sé que no soy la primera en darse cuenta, no tiene nada que ver con la energía ni con la masa o la velocidad de la luz  ni nada similar. Más bien tenía que ver con el lento transcurso de las horas mientras esperaba a verlo toda la semana, y lo rápido que pasaban cuando el estaba cerca. Después de que llegáramos a la estación, nos despedimos con un cálido abrazo y un beso. 
Me pasé el transcurso del recorrido a casa pensando en él. En el día que habíamos pasado, insuperable. Pocos días podrían superar a este, siempre y cuando no sea a su lado. Porque con él cada día supera el otro. 
Llego a casa, y mamá esta sentada con Sara viendo la televisión, papá, como siempre, durmiendo.
-Por fin has llegado.
-He pasado un estupendo día, no la cages con tus argumentos.
-Tampoco es para que emplees ese vocabulario. 
Me voy a mi habitación sin seguir replicando, ha sido un gran día para desperdiciarlo discutiendo. Me di un largo baño. Cuando quedé oliendo a limón, me metí en la cama y solo vuelvo a tener ganas de decirle: ''Mírame, coge mis manos y acarícialas, pasa tus dedos sobre mis parpados y ciérralos, tócame el pelo y despéiname. Cógeme la nariz y mordisquéala, besa mi vientre y hazme cosquillas, rodea mi cuello pero solo con los labios, recorre mi espalda mientras me escribes palabras con la yema de tus dedos, cuenta uno a uno los lunares de mi cuerpo con tus besos. Aquí me tienes frete a ti tal como soy tal y como tú quieras''.

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