El verano está a punto de comenzar. Ya empieza a salir
más a menudo el sol, se cambian las botas por sandalias, los abrigos por
bañadores… cosas típicas del verano.
Hoy es sábado y hace calor, pero siento que me despierto
con un dolor en el pecho, como si supiera que algo malo está a punto de pasar.
Me levanto de la cama y deambulo por el pasillo. Me encuentro a papá en la
escalera y me saluda con la cabeza. Sara me mira con atención, como si tuviera
algo sorprendente. Mamá a salido de compras, así que llegará tarde. Nunca está
en casa, así que ya es costumbre. No me apetece desayunar, aunque mi madre me
haya dejado el vaso y la leche encima de la mesa de la cocina. Noto que papá me
está mirando de reojo, por si decido desayunar. Vierto un poco de leche en el
vaso y lo meto en el microondas. Veo como mi padre suspira, y se marcha de la
cocina. No me bebo el vaso y tiro el líquido por el fregadero.
Inesperadamente, Sara, está en la cocina.
-¿Te gusta estar enferma?- me sorprende esa pregunta.
-No estoy enferma, ¿me ves cara de enferma?.
-No sé, he oído a mamá hablar con papá de que a veces no
comes. En el colegio nos dicen que no comer es malo.
-Jajaja no estoy enferma, si no como alguna vez es porque
no tengo hambre, pero eso no quiere decir que esté enferma.
-¿Y los vómitos? Te he oído vomitar muchas veces…
-Sara, eres pequeña, ¡no deberías preguntarme esas
sandeces! ¡Vete a tu cuarto!
Se fue sin rechistar. Llamé a Luis.
-Buenos días amor.
-Hola.
-¿Qué tal?- me molesto ante su respuesta tan antipática.
-Estoy ocupado.
-No has contestado mi pregunta. Y ahora tengo otra. ¿Qué
te pasa?
-Estoy enfadado.
-¿Por qué?
-Con que te quedas a dormir en casa de Dani, ¿eh? ¿Cuándo
pensabas decírmelo?- Me quedo sorprendida, que yo supiese, no me iba a quedar
en casa de Dani.
-Mm…que yo sepa, no voy a hacer tal cosa.
-¿A no? ¿Y el comentario de Ana diciendo que se lo van a
pasar genial en pijama bailando y cantando en el karaoke en casa de Dani?
-Cari, no he visto ese comentario y tampoco me han
comentado nada.
-Pues si no lo sabías, ya lo sabes. ¿Te quedarás?
-No lo sé, siempre me he quedado. Todos los años hacemos
lo mismo, karaoke, cena, charlas… no veo porque te molesta.
-Ya sabes que no me gustan los relajos, y menos, en casa
de un tío. ¿Qué clase de respeto es ese hacia mí?
-Creo que estás sacando las cosas un poco de quicio. Ya
hemos hablado de esto muchas veces, Dani es mi amigo, lo conoces, ¡fue quien
nos unió! Detesto cuando te pones así sin motivos, él nunca te ha dado motivos
para ponerte así.
-No hace falta que me los de, es un tío como otro
cualquiera. Si te quedas me decepcionarás y no podré confiar más en ti. A saber
la de cosas que harán allí.
-¿Qué te crees que voy a hacer?, ¿Liarme con Dani?
Porfavor….
Ten un poco de confianza en mí, nunca te he fallado.
-Lo siento, esto me sobrepasa, hablamos en otro momento,
piénsate las cosas. Después te llamo.
Cuelga, así, sin más. Cada vez que discutimos me odio a
mi misma por ello. De alguna manera, hace que me sienta que no esté segura de
que merezca ser amada. Ese mal presentimiento al despertarme era cierto, aquí
estaba, sentada en la cama, con el teléfono en la mano y sin saber qué hacer.
Marco el número de Ana, lo borro. Marco el de Dani, lo
borro.
Marco el de Claudia, llamo.
-Hola.
-¡Hola! ¿Cómo estás?
-Ahí ahí. Oye, ¿qué es eso de que nos quedamos en casa de
Dani?
-¡AH! ¿No te lo han dicho? Pues eso, que nos quedamos en casa
de Dani en plan fiesta de pijamas. Nos lo pasaremos genial.- La escucho hablar
un rato sobre las cosas que haremos ese día. Pero me distraigo y pienso si
sería una buena idea que fuese. Interpreto, por la reacción de Luis que,
obviamente no quiere que valla.- Yane, ¿me estás escuchando?
-Ehmm… sí, sí. Pero yo no sé si iré. Me tengo que ir,
luego hablamos.
Cuelgo. Clau llama 3 veces. No se lo cojo.
Papá está tardando demasiado en llamarme para comer.
Ojalá no se acuerde. Miro la estantería que hay enfrente de mí. Hay una
figurita de la boda de mi prima, esos recordatorios que no tienen sentido, son
feos, y todos tiramos en menos de un año.
Recuerdo que en esa boda todos me decían lo preciosa que
estaba con mi vestido azul. El compromiso que tienen las personas al no decir
la verdad. Porque nadie te va a decir: ‘’¡Oh!, pero que mal te sienta ese
vestido’’. Nadie. Algunos te verán preciosa y otros solamente mentirán.
Papá viene a mi cuarto. Abre la puerta y se sienta en el
borde de mi cama. Trae una bandeja con trozos de pizza, un vaso de coca-cola y
pastel de arándanos. Lo miro, su cara transmite una sensación de tristeza.
Espera que no le rechace la comida que seguramente, a preparado pensando en que
esta mañana he desayunado y quizás hoy si tenga ganas a comer.
-Te he preparado la comida que te gusta…
-Muchas gracias papá. Seguro que esta deliciosa.
-¿Puedo comer contigo?- Sé que es una excusa para ver que
sí que me como la comida, y no por el simple hecho de disfrutar de mi compañía.
-Sí, claro.
Comenzamos a comer. La verdad es que está riquísima la
comida.
-¿Qué tal las clases?
-Bueno. No sé cuantas me quedarán.
-Este año te has dejado ir… apenas te he visto coger un
libro.
-¿Me has estado espiando?- le sonrío. Esta sonrisa le
llena, y sonríe también.
-¡Oh no! Pero, ya sabes, mamá siempre está pendiente de
todo eso… Solo digo que, vas a tener que esforzarte más.
-Lo sé papá.
Se marcha de mi habitación. Luis dijo que me llamaría y aun no lo ha
hecho. Cojo el teléfono y lo llamo. No me lo coge. Lo llamo otra vez. Tampoco.
Otra. Nada. Otra. Apagado.
No sé cómo describir el estrés, el aburrimiento y la
confusión de estos 3 días. He estado todo el fin de semana encerrada en mi
habitación, acostada en la cama con el móvil en la mano, y no, no a sonado en
ningún momento. Papá me ha oído llorar, vi su cara triste al ver que no podía
hacer que parase de llorar, y que aun peor, no le quería contar el motivo por
el cual estaba llorando. Me detuve a pensar en cómo había envejecido mi padre.
Entonces, empecé a llorar, con la certeza de que era porque estaba triste, pero
en el fondo sabía que no era por eso, que todo era mucho más complejo. Creo que
era la primera vez que era consciente de que lloraba por mi padre. Me daba
pena, me recorría la tristeza el pensar
que hace mucho tiempo que no me pasaba la tarde con papá, haciendo tarta de
arándanos y demás postres, o viendo una película en el salón de casa. Cosas
pequeñas que me hacían ser feliz. ¿Por qué he dejado que se marchasen? ¿Con qué
he reemplazado esos momentos? Sabía que mi padre era un hombre bueno y noble, y
a pesar de que su vida no haya sido la más completa, ni la más feliz, había
hecho todo lo que había podido por criarme. Jamás me había alzado la mano, y
empecé a torturarme con esos recuerdos de todos esos días en los que él me
había pedido hacer algo juntos, y yo, no había accedido por estupideces. Lamenté
pensarlo y pensé en que estaría bien repetir esos momentos en los que estábamos
juntos.
Me levanté y fui al baño, me lavé la cara y me recogí el
pelo. Fui hasta la habitación de mi padre. Estaba sentado en la cama, doblando
la ropa que mamá había dejado.
-Hola…
-¡Hola pequeña!
-Quiero hacer algo.
-¿Cómo el qué?
-No sé, podemos hacer como lo que hacíamos antes. Podemos
coger una de esas recetas que guarda mamá, y pringar toda la cocina de harina y
huevo. Y luego Sara querrá venir y tú le enseñarás también. Luego mamá se
enfadará pero a nosotros nos dará igual porque después se alegrará del
resultado…
-¡Oh!, cariño… ¿lo recuerdas?- en su cara se refleja una
preciosa sonrisa y en sus ojos aparece un brillo.
-Claro papá… lo echo de menos.- no conseguí aplacar las
lágrimas.
Me dio un abrazo. Sé que para él, era extraño, al igual
que a mi darnos un abrazo. Pero sentaba bien, nos sentaba bien. Llevó a Sara a
vestirse, escribió una nota a mamá y la dejó en la mesa de la cocina. Nos
montamos en el coche.
-¿Qué les parece merienda y cine?
Sara empieza a gritar como una loca, diciendo qué
película quería ver y donde quería merendar. Los tres nos reímos. En el
recorrido escuchamos a Bruno Mars, papá se las sabe enteras, aunque no canta
demasiado bien. Miro por la ventana, y entonces es cuando vuelve Luis a la
mente. Miro el móvil. Sigue sin nada nuevo. Pienso si mandarle un sms, un
intento…si no responde me rindo.
‘’Es hora de saber de ti… ¿no?. No olvides que te quiero’’-
ENVIAR.
Ya está, he estado dando mi brazo a torcer. No me he dado
cuenta de que el motor se ha parado. Vamos al McDonald’s, hacía siglos que no
venía y tengo tanta hambre que hasta pido helado. Ya de las calorías me preocuparé
más tarde. Sara parece entusiasmada con su regalo del ‘’Happy Meal’’.
-¿Quieres hablar?-me pregunta papá. Alzo la mirada, me
doy cuenta de que tengo kétchup en los labios, me limpio.
-No lo sé… prefiero que no, quiero distraerme.
-Me parece bien, pero, no olvides que quien es de ley a casa
vuelve.- acto seguido me guiña el ojo y le pega el bocado a su último trozo de
hamburguesa.
Compramos entradas para el cine. Tras una hora y media
salimos del cine. Sara está muy contenta por la película. No me apetece volver
a casa pero ya es hora. Al llegar a casa me vibra el móvil.
‘’Todavía no estoy preparado para enfrentarme a esto’’
Es estúpido, saca las cosas de quicio. Llamo a Clau.
-¡No puedo más!
-¿Qué pasa?
-Luis, se ha enfadado por el cumple de Dani. No hemos
hablado desde el viernes. Y me envía un sms diciendo qué aun no está preparado
para hablar conmigo. ¿No te parece que está exagerando?
-Demasiado. Pero, ¿Quieres hablar de ello?
Quería decir que no, que no me apetecía hablar de ello.
Pero había aprendido que los cuentos de amor como el nuestro, por llamarlos así,
resultaban tediosos a la vez que predecibles, y a pesar de que todo el mundo
pedía que le contaran los detalles, nadie deseaba escucharlos. Pero Claudia
siempre estaba dispuesta a joderse por escucharme, y eso, eso era de admirar.
Por ello le conté como me sentía de cabo a rabo, con más detalles de los que
quizás debería haber contado. Me daba cuenta de lo duro que había sido guardar
todos estos sentimientos en mi interior.
Cuando acabé, creo que ella ya sabía todo lo que le había
contado. Me había advertido de que esto seguiría pasando. Y tiene gracia,
porque al principio le encantaba Luis para mí.
-Te quiero Yane. Por eso te digo que debes ser más dura,
es un consejo. Intenta descansar y mañana hacemos algo, ¿vale?
Me despido y cuelgo. Esa noche dormí logré dormir de un
tirón, supongo que el cansancio no me permitió derrochar más lágrimas, y en
realidad dormir así me vino bien. Ya mañana tendría tiempo para seguir con la
tristeza..